Gran masa de agua que cubre una quinta parte de la superficie terrestre, siendo por su volumen el segundo de los océanos, después del Pacífico. Situado entre los continentes europeo, africano y americano a lo largo de los dos hemisferios, ocupa 106.100.000 Km2 con una longiutd de 15.000 Km. de N a S y una anchura máxima de 6.700. Sus límites N y S son difíciles de precisar, puesto que hay una amplia comunicación con los mares polares; no hay dificultad en su delimitación por el E y el O, aunque las costas presentan cierta complejidad. Las de Europa y América del Norte son ricas en accidentes costeros (islas, golfos, bahías) que originan mares marginales, siendo los más importantes el mar del Norte, el Báltico (v.), el Irminger, el golfo de Vizcaya, el golfo de México, el mar Caribe (v.), el golfo San Lorenzo (v.) y la bahía de Hudson. Las costas de África y América meridional carecen de estas penetraciones marinas, pero están caracterizadas por su mutua correspondencia (acoplamiento del saliente de la costa brasileña con el entrante del golfo de Guinea). Las intensas relaciones que mantiene el conjunto euroafricano con el americano han contribuido a que el océano que los une sea el mejor conocido y más frecuentado. En ningún otro han sido tan abundantes las investigaciones meteorológicas y oceanográficas, con un paulatino aumento de la seguridad en la navegación; un ejemplo es la Patrulla Internacional del Hielo (Ice Patrol), cuyos barcos controlan la deriva de los hielos flotantes y especialmente los peligrosos icebergs árticos. El A. es una vía de comunicación entre el Viejo y el Nuevo Mundo, utilizada igual en profundidad (cables submarinos telefónicos y telegráficos intercontinentales) que en superficie. El tráfico marítimo del A. es el más denso de todos los oceánicos; en sus costas se encuentra buena parte de los mayores puertos del mundo. Entre los europeos, los puertos de Londres, Liverpool, Southampton, Cherburgo, El Havre, Rotterdam, Hamburgo, Bremen, Bilbao, Vigo, Lisboa, Cádiz; los africanos disminuyen en importancia y número (Dakar, El Cabo), y en América hay enclaves portuarios gigantescos como Nueva York, Boston, Baltimore, Filadelfia, Pará, Río de Janeiro, Bahía, Montevideo, Santos y Buenos Aires. 1. Atlántico Norte. Se extiende entre los 10° N y el océano Ártico. Topográficamente, una dorsal NS (a 3.0003.500 m. de profundidad), que unas veces es meseta y otras tiene forma de cresta, separa dos depresiones que están accidentadas a su vez por mesetas y fosas. En la occidental están la fosa de Puerto Rico (la mayor profundidad atlántica, con 9.219 m.), fosa de Nares, meseta de Bermudas y fosa de Suhum; en la oriental se localizan las fosas de Mónaco y Cabo Verde, y las mesetas de Dolphin y las Azores. Al norte de estas islas (40° N) la profundidad disminuye y solamente en la fosa Peakes se sobrepasan los 6.000 m.; por otra parte, la dorsal atlántica deja paso a partir de los 50° N a una amplia plataforma continental que desde Irlanda a Terranova forma una planicie apenas accidentada (la meseta o plataforma del Telégrafo) y sirve de asiento a los mares secundarios (Terranova, mar del Norte, de Irlanda, canal de la Mancha, golfo de Vizcaya). Hacia las costas la subida desde las depresiones hasta el talud continental 0. E. R., üL21 (de 5.000 a 500 m.) es muy rápida, pero más accidentada en el sector euroafricano (Bancos de Dacia, Princesa Alicia y Seine), que en el americano. En las costas atlánticas más septentrionales es destacable la prolongación mar adentro de los valles fluviales, conservando estos surcos su perfil y dirección longitudinal: valle de Hudson, rías del Maine y Nueva Brunswick. La composición del suelo submarino se basa en dos elementos primordiales: los fangos terrígenos de la plataforma y el talud continental, por una parte, que son de procedencia fluvial o llegados del desierto (polvo del Sahara), y el fango de globigerinas, por otra. Les siguen en importancia los enclaves de arcilla roja (fosas más profundas) y de depósitos coralinos (eje AntillasBahamasBermudas), faltando totalmente los radiolarios y diatomeas. El régimen atmosférico del A. Norte está regido esencialmente por el anticiclón subtropical, que en invierno alcanza un gran desarrollo al unirse con el anticiclón continental americano. Entre los vientos dominantes destaca en el sector más meridional el alisio, cuya dirección inicial NESO se convierte en medio del océano en EO girando en torno al anticiclón; en los bordes de este se producen otros vientos, como los ciclones de las Antillas, los tornados africanos y los vientos del O que afectan a las costas europeas. El conjunto condiciona apreciables diferencias climáticas entre las zonas litorales del A. Norte.